Parecía que nunca iba a llegar este momento. Tras muchos meses de trabajo e ilusión, por fin mañana la casa de acogida de Tala da la bienvenida a los primeros niños. Es muy gratificante ver cómo este lugar, que se ha ido construyendo con ayuda de muchas manos, empezará a ser el hogar de estos pequeños que podrán disfrutar de él y nosotros con ellos. Un sueño hecho realidad. Niños que viven en la miseria, sin una madre que les acueste cada noche y sin poder ir al colegio, van a tener la oportunidad de cambiar su futuro formando parte de lo que será su nueva familia.
No ha sido un camino fácil; hemos sudado, reído y llorado juntos en el proceso. Comenzamos con la idea de trasladar a los niños de “Good Samaritan Children’s Home” a nuestra casa de acogida. Los que habéis leído sobre este orfanato, o lo conocéis personalmente, sabéis lo necesario que es sacar al mayor número de niños de allí para cambiar sus circunstancias y darles la oportunidad de tener una buena alimentación e higiene sin tener que compartir cama con otros siete compañeros cada noche.
Tras varias semanas de entrevistas y organización de los más de 200 niños que viven en Good Samaritan, cada cual con un pasado más trágico, la responsable de la oficina del menor de la zona de Machacos (provincia de Tala) paralizó el proceso argumentando que no podíamos comenzar a trasladar a los pequeños de otra provincia porque debíamos empezar con un mínimo de 20 niños de nuestra área para así poder obtener la licencia.
Así pues, Javi y yo iniciamos el proceso de selección de los niños huérfanos buscando aquellos con más necesidad de venir a vivir con nosotros. Visitando todas estas familias hemos percibido la pobreza y la necesidad con la que conviven, pero la mayoría de las veces acompañadas de una felicidad mágica.
Son muchos los hogares que hemos visitado, cada uno con su historia y sus dificultades. Me gustaría poneros dos ejemplos para que entendáis la situación diaria que pasan estas familias. Una de ellas está integrada por cinco hermanos. Tras morir su madre, la hermana mayor de 20 años ha tenido que hacerse cargo de sus hermanos junto con el bebé que tiene. Otra familia a la que también hemos ayudado está formada por 11 hermanos huérfanos de entre dos y 25 años que viven con su abuelo; sólo comen una vez al día alimentándose de los productos que les ofrece la huerta, tienen tres camas para todos y algunos de ellos no pueden asistir al colegio público de la zona.
En el proceso, algunas familias nos mienten y nos ocultan información como enfermedades infecciosas de los niños (muchos de ellos tienen Sida), por el miedo a ser rechazados. Sin embargo, por mucha miseria que vemos no puedo dejar de mostrar una enorme sonrisa en muchos momentos, como cuando vienen como locos Erick y Theresia corriendo a darme un abrazo, dos hermanos de 5 y 6 años abandonados por su madre cuando eran bebés. Él, un niño con Síndrome de Down, más listo que el hambre que no para de reír ni un solo instante y que no se calla ni debajo del agua; ella, la niña más cariñosa que puedas imaginar, sin parar de sonreír con muchas ganas de comerse el mundo.
Con casos como éstos no puedes evitar darle vueltas a cómo una madre puede abandonar a unos niños tan maravillosos, qué puede pasarle por la cabeza y llevarle a esta extrema situación; creo que nunca lo llegaré a entender. Es cierto que hay otros factores que me impiden comprenderlo: otra cultura, otro nivel de pobreza, millones de situaciones que nadie conoce ni conocerá. Pero lo que sí sé, es que estos niños en el nuevo hogar del que formarán parte, van a llegar a ser plenamente felices con una educación, una buena salud y un futuro esperanzador por construir.
Ndanu (Cris)