Por fin. Dos años y varios meses después he podido ir a Kenia.
Es difícil contar qué se siente al ver todo lo que se ha hecho. Todo lo que ves y escuchas parece que ya lo has vivido, y sin embargo, no lo has sentido. Quizás parece un poco místico todo, pero hay que estar ahí. Desde España hemos visto fotos, vídeos, hemos hablado por email, por Skype, hemos tenido reuniones conjuntas, hemos analizado proyectos y hemos trabajado duro, pero hasta que no pones los pies allí no eres capaz de imaginar la realidad de todo lo que Más Por Ellos implica.
Llegué un martes por la noche a Nairobi, Rocío e Isa me pusieron al día de los proyectos, cenamos algo y planeamos lo que íbamos a hacer al día siguiente. El miércoles estuvimos visitando los colegios, primero Grace Humanitas School en Kibera; luego estuvimos con Mama Mercy en Good Samaritan y allí conocimos a Peter, una de las personas que más me impactó. Peter es profesor y tiene a su cargo a más de 30 niños, de entre 1 y 4 años, a los que da clases gracias a la ayuda que desde España aportan los padrinos de Más Por Ellos. Peter es joven y siempre sonríe a pesar de los escasos recursos educativos de los que dispone: no tiene pizarra, sólo hay una bombilla en el aula (si se puede llamar aula a una sala con algunas mesas y sillas rotas) y material escolar escaso. A pesar de todo, sus ganas de enseñar y hacer que esos niños aprendan, son inmensas.
Por último fuimos a St. Emma’s Academy, un colegio situado en Dandora, al lado del vertedero de la capital. Estuvimos con los directores del colegio y nos contaron los retos que tenían para los próximos meses. Querían comenzar a impartir clases de costura y de música y nos pusieron al día de la situación de los niños que viven en Good Samaritan y que, desde hace un tiempo, y gracias a los padrinos de Más Por Ellos, estudian en St. Emma’s. Cuando llegaron les costó adaptarse al colegio y al nivel de sus compañeros, y sus notas así lo reflejaban. Sin embargo, la gran mayoría de ellos han mejorado en poco tiempo y se espera que en la siguiente evaluación saquen mejores notas. Aunque parezca poca cosa, todas estas visitas y reuniones nos llevaron un día entero, desde las 8:30 que salimos de casa hasta las 18:00 que volvimos. Una hora después anochece. Las distancias no son excesivamente grandes, pero el tráfico y la congestión hacen que cada desplazamiento demore una o dos horas de ida y una o dos horas de vuelta.
Los días siguientes visitamos Kibera Cinemax, nuestra primera empresa social. También estuvimos con Mary, la última beneficiaria de nuestro programa de microcréditos y nos reunimos con Elizabeth, la directora de Grace Humanitas School, para preparar la reunión de padres del primer trimestre escolar. Además, tuvimos la oportunidad de visitar la oficina que Más Por Ellos ha abierto en Kibera. Nesta, el encargado, está haciendo un trabajo estupendo y por fin tenemos un punto de encuentro e información para toda la gente con la que trabajamos en el barrio.
El viernes a mediodía nos fuimos a Tala, concretamente a Katangini, a ver la casa de acogida. Sin duda, esos tres días en Tala han sido de lo mejor de mi visita. El entorno y los niños hacen que todo parezca un sueño. Estamos situados en una zona rural, rodeados de árboles, campo y con las montañas al fondo. La tranquilidad y la paz que se respira en el ambiente es muy difícil de expresar con palabras. Los trabajadores y voluntarios que viven allí hacen día a día un trabajo increíble, los niños son pura vitalidad y las risas, los juegos y las carreras están aseguradas. Por las noches se pueden ver tantas estrellas que apenas se necesitan farolas, es la pureza de África. Cuando los niños duermen y te sientas a descansar parece que las estrellas te envuelven y es ahí cuando el esfuerzo merece la pena.
El sábado fue un día con sabor agridulce, los niños empezaban las vacaciones y volvían a sus casas con sus familiares por primera vez desde que llegaron a la casa de acogida. Por un lado, era triste verles marchar, por otro sabíamos que pronto les volveríamos a ver. En Más Por Ellos creemos que aunque no tengan familiares directos es importante que mantengan el vínculo con sus parientes, es por ello que han vuelto a sus casas.
El domingo se fueron los últimos niños, limpiamos y recogimos la casa para dejarlo todo ordenado y preparado para su regreso tres semanas después.
Mis últimos tres días en Kenia los pasé en Mombasa con algunos de los voluntarios que, aprovechando las vacaciones de los niños, habían decidido, después de tres meses de trabajo, tomarse unos días libres y visitar, por fin, el Índico y sus playas.
Un amigo me dijo una vez que en África se dice la siguiente frase en relación a Europa: “Ellos tienen el reloj, nosotros tenemos el tiempo” y es una de las frases que no he parado de pensar desde que volví. No sé si es cierta o no, pero lo que sí que es verdad es que el tiempo en África tiene otro ritmo. Los pequeños detalles son importantes, y el reloj no manda, manda la vida.
Mi último párrafo se lo quiero dedicar a todos los voluntarios y trabajadores que desde Kenia hacen día a día que Más Por Ellos sea una realidad. Sois todos muy grandes, unos verdaderos trabajadores y unas personas excelentes, muchas gracias por acogerme y hacerme sentir uno más durante esos pocos días. Cómo una vez dijo un loco: «QUÉ GRANDE ES EL SER HUMANO».
Volveremos a vernos pronto.
Pedro Armas