Cuando aterrizas en Kenia, una mezcla entre miedo, ilusión y curiosidad te recorre el cuerpo. Sin embargo, cuando llegas a Tala y cruzas la puerta roja y verde que te da la bienvenida a Lisha Children’s Home, todo cambia. Veintidós niños curiosos corren hacia ti con una sonrisa de oreja a oreja. No nos conocemos, pero ya nos están haciendo sentir como en casa. Mirando a nuestro alrededor, pensamos en lo acogedor que resulta todo, y el miedo a lo desconocido comienza a desvanecerse.
Todos los trabajadores de la organización nos reciben amigablemente y Jesús, otro voluntario de Más Por Ellos, nos pone al día de todo. Con tan buena acogida, es fácil adaptarse rápidamente.
Una vez evaporado el miedo, ya solo nos queda la inquietud de si les gustaremos a los niños, y si querrán aprender todo lo que habíamos planeado enseñarles. No obstante, una vez más, nuestras expectativas se quedan cortas. Estos niños se mueren de ganas por aprender. Cuando les escuchamos día tras día decir eso de «me colour», sentimos que hemos acertado. Están como locos por pintar a todas horas y desarrollar su parte artística. ¡Da gusto verles a todos mientras lo hacen! Tienen un hambre de aprendizaje que pocas veces se ve en España.
Entre pinturas, libros, juegos y sonrisas, día a día, nos vamos enamorando de cada uno de ellos. Ahora, esas casitas en medio de la nada se han convertido en nuestro hogar. Mientras tanto, nosotras seguimos contagiándonos de su alegría y aprovechando sus ganas de aprender y de divertirse. Después de todo, resulta que somos nosotras las que más tenemos que aprender de ellos.
Paula Rodríguez-Mantiñán y Rocío de la Torre