Recuerdo que al principio, cuando comenzamos esta aventura, un buen amigo nos dijo que tuviésemos paciencia, que creásemos unas raíces fuertes y bien agarradas al suelo, porque una vez el árbol creciese, llegarían vientos, tormentas, virus y demás adversidades que podrían tumbarlo.
Cuatro años después considero que lo conseguimos. El hecho de que a día de hoy sigamos adelante con un proyecto tan increíble como éste es prueba de ello. La identidad de Kubuka, que pasa por la sostenibilidad a largo plazo y el objetivo de en algún momento “desaparecer” de Kenia y Zambia, siguen estando vigentes.
Durante los primeros años, la emoción y el rápido crecimiento de los proyectos nos dio alas, y si en algún momento nos faltó motivación, el apoyo de toda la gente que se involucraba en el proyecto nos hacía seguir adelante. Todos ellos, ya sea en Kenia, Zambia y España (y ahora cada vez en más países), han sido parte esencial del crecimiento de Kubuka.
Sin embargo, ha habido ocasiones en las que el futuro se veía complicado y en las que no todo salía como habíamos planeado. En esos momentos de oscuridad siempre aparecía una luz que nos volvía a dar el empujón que necesitábamos y nos marcaba el camino que no encontrábamos.
Mientras estaba pensando en la evolución de Kubuka se me venía a la cabeza lo que algunos pueden pensar: “han tenido suerte”. Puede ser verdad, la suerte es otro factor más de esta vida, sin embargo, creo que la suerte hay que buscarla. Para meter un gol no basta con ser buen jugador hay que estar ahí para que cuando te llegue la pelota puedas empujarla a la red. Y el estar ahí quiere decir que hay que trabajar duro día a día, que hay que sacrificar pequeñas satisfacciones en el corto plazo por las ganancias en el largo plazo.
El tiempo, generoso y sin contraprestación, que muchas personas han dedicado a Kubuka son los elementos vertebrales del proyecto. En especial, quiero aquí parar unos segundos para agradecer y admirar a las personas que teniendo futuros brillantes en España, con trabajos, amigos, planes y años de juventud por delante han decidido dar su tiempo, su trabajo y su esfuerzo a Kubuka.
Sin vosotros Kubuka no habría salido adelante y gracias también a vosotros hoy podemos ver el proyecto como una organización fuerte que ya no depende de personas concretas y que puede volar alto sin olvidar su origen, sus raíces y el valor del esfuerzo.
Por último, creo que tenemos que valorar la involucración de la gente local tanto en Kenia como en Zambia. A día de hoy gran parte de los proyectos que se llevan a cabo en cada país son liderados por gente local. Todos trabajamos de manera conjunta pero sabemos que el éxito del proyecto a largo plazo pasa por ellos.
Nosotros nunca dejaremos de ser extranjeros en una tierra que no es nuestra, nuestras vidas serán en África o en Europa, pero los proyectos sobrevivirán porque la gente local cree en ellos. Desde el primer día hemos sentido que nuestros compañeros locales creían en lo que estábamos haciendo juntos y vemos que a día de hoy muchas de esas personas son los mejores embajadores y defensores del proyecto que supone Kubuka.
El futuro es apasionante, la pasión seguirá moviendo Kubuka y su equipo de gente maravillosa hará que dentro de muchos años podamos ver el mundo como un lugar mejor. Porque al igual que una pequeña mariposa que revolotea en una selva puede provocar una tormenta a miles de kilómetros, nosotros con nuestro trabajo haremos de la esperanza una realidad y del futuro un lugar apasionante.
Mi admiración y cariño para todos, yo creo en la esperanza.
Pedro Armas