“Todo el mundo es un artista en Kibera,” decía un cantante local. No puedes sobrevivir allí sin serlo. La vida en el slum exige creatividad, recursos e inspiración continua. Y es cierto que, cuando conoces Kibera, salta a la vista la cantidad de personas que se presentan como artistas y que, con pocos recursos, se las arreglan para desarrollar y sacar a la luz sus creaciones.
Sin embargo, cuando decidimos centrarnos en este numeroso colectivo para comenzar un proyecto fueron muchas las preguntas y dudas que nos atacaron: ¿es esta la mejor opción? ¿Cómo demostrar que el esfuerzo merece la pena? ¿Qué aportamos al conjunto de la comunidad?
La risa, el baile y la música tuvieron respuesta a estas preguntas. Cada canción, cada vídeo, cada monólogo y baile, manda un mensaje alto y claro desde el corazón del slum Kibera. Un mensaje que derriba estereotipos; una crítica que busca la mejora, un ejemplo de cómo afrontar la vida, un apoyo en momentos bajos y un impulso en los buenos. La labor que realizan estos artistas para su comunidad ya estaba allí desde hace mucho tiempo.
Por ello, buscar la sostenibilidad y el crecimiento de este esquema en el que el artista se erige como el altavoz de la sociedad, se presentó como un reto importante. Cuantos más artistas con talento salgan a la luz, más creaciones de todo tipo nacerán, más fuerte será la voz de Kibera y más lejos llegará su grito.
Un estudio de grabación de música y vídeo se presentó cómo una de las posibilidades para lograr este objetivo. Dos años después es una realidad. Mientras lees estas líneas productores componen música, cantantes graban sus primeras canciones y videoclips, artistas reciben formación y se planean conciertos multitudinarios.
Sin embargo este no es un trabajo que hayamos podido hacer solos. Sin la colaboración horizontal del colectivo local de artistas Kibera Creative Arts nada de esto hubiera sido posible. Confiar en su conocimiento sobre Kibera, la comunidad de artistas y las industrias culturales, y trabajar de manera conjunta ha sido clave. La comunidad de Kubuka también ha tenido su parte de culpa. Las aportaciones puntuales o continuas, el seguimiento y difusión a través de las redes, el trabajo desinteresado de voluntarios y colaboradores ha facilitado que nos encontremos en esta posición.
Este ha sido solo el principio y aun nos queda un largo camino por recorrer. Un futuro donde Made in Kibera se convierta en una referencia ayudando a sus artistas a mejorar y ser reconocidos; donde se fomenten más iniciativas artísticas enfocadas a la comunidad; donde Kubuka poco a poco pierda su espacio dando paso a una nueva generación de artistas que cojan el timón de este proyecto y continúen haciéndolo crecer.