Hace poco más de un año, en la primera edición de Noon to Moon Festival 2016, me compré mi primer producto solidario de KUBUKA: un turbante. Un precioso turbante para el pelo hecho a mano por Mary.
Desde entonces, soy voluntaria en el equipo de KUBUKA en Madrid, trabajando especialmente en la parte de Merchandising, donde se encuentra el proyecto de la creación de una marca solidaria de comercio justo. A través de ella se venden los productos hechos a mano por mujeres tanto en Zambia como en Kenia. Productos como monederos, cintas del pelo, bolsos y demás complementos originales hechos con telas y materiales locales. De esta manera, todos los beneficios obtenidos se destinan a KUBUKA para contribuir a la financiación de los diferentes proyectos de terreno. Así que ¡estad atentos! porque, si todo va bien, no será dentro de mucho tiempo cuando empecemos con la venta online, poniendo al alcance de muchas personas otra manera de colaborar con KUBUKA, una ONG de la que yo me enamoré a primera vista, compartiendo su visión, misión y valores, y de la que sigo enamorada.
En ambos países, este proyecto comenzó con un microcrédito que KUBUKA concedió a Mary en Zambia y a Jackie y Anne en Kenia. Con este microcrédito, pudieron empezar su pequeño negocio y comprar los materiales necesarios para la realización de los primeros productos. Estas increíbles mujeres no sólo fabrican productos que después KUBUKA adquiere, sino que también los venden localmente y tienen otros trabajos. Mary trabaja en una pequeña empresa textil, Jackie tiene una tienda de alimentación y Anne vende ropa de segunda mano. Son mujeres fuertes y luchadoras, muy activas en su comunidad trabajando en diferentes campañas sanitarias: de vacunación, de limpieza con NYS (National Youth Service), etc. Estas mujeres, a pesar de que no conozco a la mayoría, tienen toda mi admiración.
Este verano tuve la grandísima oportunidad de poder ir a Zambia y conocer todos los proyectos que hace de KUBUKA ser lo que es (junto con los proyectos de Kenia) y conocer a toda la gente involucrada en ellos pero, sobre todo, por fin pude conocerla. Después de formar parte del maravilloso equipo de Merchandising y juntas haber acercado los productos a la gente en 18 eventos y realizado 60 ventas individuales a través del boca a boca en los últimos meses, me moría de ganas por conocer el origen del proyecto, por conocer las manos que con tanto detalle los elaboran y poder trabajar con ellas. Quería decirles lo mucho que gustan sus productos aquí y es que todo el equipo de Merchandising me entenderá cuando digo que no podemos resistir la tentación y como resultado ya tenemos toda la colección. Y es que cada vez que veo a alguien con un bolso de Kenia o con un monedero de Zambia, se me escapa una sonrisa, porque significa que el pequeño proyecto crece. En Zambia, por ejemplo, ya son tres mujeres las que elaboran estos productos. El equipo crece.
De este modo, tuve la suerte de poder trabajar con Mary, quien me recibió con los brazos abiertos, me invitó a su casa como quien invita a una amiga y me hizo sentir como si ya nos conociésemos y supongo que es así, puesto que llevábamos más de un año trabajando juntas a distancia.
Así pues, todas las tardes mi amiga Pati y yo íbamos a su casa en Mwandi a continuar con el trabajo que muchos otros voluntarios han empezado. Fuimos con ella al mercado de Maramba a elegir telas, juntas corregimos algunos patrones para modificar los tamaños de los productos que así lo necesitaban, creamos nuevos productos desde cero elaborando nuevos patrones y calculando la cantidad de materiales necesarios, modificando fallos, cortando telas, etc. He de reconocer que fue Mary la que, entre chetengues (telas africanas) y agujas, me enseñó a mí. Por ello, cuando el último día, mientras nos despedíamos, de sorpresa nos regaló a Pati y a mí una bolsa hecha a mano por ella, tuve que hacerme la fuerte para no emocionarme más de la cuenta y es que es difícil decir adiós. Siempre lo es. Sobre todo cuando dejas atrás un lugar así.
Es increíble todo lo que se puede llegar a aprender en tan solo un mes si te dejas empapar y es que, como muchos otros voluntarios que han pasado por allí, he vuelto fascinada, con ganas de más, con ganas de volver y, por supuesto, con ganas de ir a Kenia y conocer a Jackie y Anne que, aunque ellas no lo sepan, ya nos conocemos. Así que si ya sentía admiración por KUBUKA antes, ahora no os lo podéis ni imaginar. Gratitud es la palabra que se me viene a la mente. Así que aprovecho este pequeño espacio para terminar dando las gracias tanto a todo el equipo KUBUKA (repartido por Kenia, Zambia y España) por dejarme formar parte de algo tan especial; y a todos los que habéis apoyado este pequeño proyecto con la compra de un producto. No uno cualquiera, ¡ojo! sino uno que lleva la historia de vida de las mujeres que lo hacen y que apoya el crecimiento de KUBUKA. Un producto hecho a mano.
Natalia Chanquet