Una niña llamada Margaret Ndanu ha nacido hoy en su casa de Kibera. En el hospital no acogían a su madre, Jackeline, porque no tiene el carnet de identificación, nunca lo ha tenido. Ella también nació en una pequeña casa de una aldea rural de Kenia llamada Katangini. Su madre falleció al poco tiempo de que ella llegara al mundo y nunca llegó a tramitarle el certificado de nacimiento. Cuando cumplió la mayoría de edad intentó sacarse su carnet de identificación, equivalente a nuestro DNI, pero sin el certificado de nacimiento era muy complicado y las trabas burocráticas hicieron que Jackeline desistiese en tu intento.
Ha tenido que vivir toda su vida sin acceso a los servicios básicos que proporciona el Estado para sus ciudadanos. Tampoco tiene los mismos derechos que el resto, no puede abrir una cuenta bancaria, ni alquilar nada a su nombre, no puede montar un negocio y ni siquiera puede trabajar de una manera regulada.
Este caso no es una situación aislada, me atrevo a decir que millones de personas en el África subshariana se encuentran en la misma situación que Jackeline. Por suerte, su hija Margaret tiene las cosas más fáciles y es muy posible que la lección esté aprendida. Corren otros tiempos y, en la actualidad, el certificado de nacimiento se puede tramitar fácilmente.
Para ganarse la vida, Jackeline compra y vende ropa de segunda mano. Todas las mañanas recorre las calles de Nairobi en busca de clientes que le compren una camiseta, un vestido o una sudadera, ropa que llegó a Mombasa hace unos meses después de haber sido donada en sus países de origen. Hay días que no consigue vender, por lo que cuando lo logra, compra comida que pueda sustentar a ella y a su familia durante varias semanas. Y es que, la vida en Kibera es muy insegura, no puede permitirse guardar dinero en casa, tampoco tiene cuenta bancaria por lo que no le queda otra opción que gastarlo en el momento. No puede planificar su futuro, no puede invertir y por lo tanto no le es posible generar un desarrollo para su familia.
Jackeline podría estar atrapada en el famoso círculo de la pobreza. Ella y muchas otras personas.
Esta situación no es nueva para muchos y, por ello, desde hace ya algunos años, se han sabido desarrollar soluciones con pocos recursos y con una imaginación y visión digna de admirar. Hablamos de los grupos comunitarios en los que vecinos como Jackeline, que no pueden acceder a una cuenta bancaria y, por tanto, ahorrar, se ayudaban unos a otros. A día de hoy, estos grupos se han convertido en la base de la economía del África subsahariana.
¿Cómo funcionan los grupos comunitarios?
Los vecinos se reúnen una vez a la semana y cada uno aporta lo equivalente a 1€ en una bolsa. Anotan los nombres de todos los vecinos en un papel y meten todos los papelitos en una gorra. Una mano al azar saca un papel y esa semana el bote se lo lleva el seleccionado. Este vecino afortunado tendrá que participar la semana siguiente aportando su euro, pero no tendrá un papel con su nombre en la gorra. De esta manera, cada vecino tiene la oportunidad de recibir una cantidad de dinero equivalente al ahorro de unas semanas y, así, realizan una inversión que mejora la calidad de vida de su familia.
Una vez los grupos adquieren cierta confianza y constancia, los miembros se constituyen legalmente como asociación y de esta forma les es posible abrir una cuenta bancaria para el grupo. Empiezan a proporcionar al grupo 1€ adicional que va a parar a la cuenta de ahorro conjunta. Una vez han ahorrado una cantidad elevada, invierten este dinero para mejorar una zona de su barrio o su comunidad. Al principio suelen comprar un tanque de agua, con lo que se aseguran tener acceso al agua en los momentos en que el Gobierno corta el agua en su barrio por la necesidad de racionarla, después, suelen construir unos baños comunitarios… Estas iniciativas tienen un doble componente para el grupo, les proporciona un incremento en su nivel de vida y además es una fuente de ingresos para el grupo comunitario. Se convierten así en pequeñas empresas sociales.
Desde KUBUKA hemos decidido apostar por estos grupos comunitarios. Aportamos el capital semilla para que las iniciativas empresariales de estos grupos comunitarios vean la luz. También hemos desarrollado un plan de viabilidad de cada iniciativa empresarial junto con el grupo comunitario y les hemos formado en las áreas que se hayan detectado como más importantes o en las que carecen de conocimientos técnicos.
Hasta ahora hemos invertido en cinco iniciativas empresariales:
- Kleanbera Recycling: un punto de compraventa de material reciclable que esperamos convertir en el primer punto de Kibera donde se recicle y obtengamos el producto final para la venta.
- Kibera Cinemax: una sala de cine donde se pueden ver películas y partidos de fútbol y que además sirve como espacio comunitario para dar charlas de concienciación y formaciones.
- Maramba Home Base Care: un huerto comunitario en el que se plantan todo tipo de verduras y hortalizas, además de setas.
- Made in Kibera: un estudio de grabación audiovisual con el que se trata de dar rienda suelta a la creatividad y generar una cultura de pertenencia al barrio de Kibera.
- Zammex Restaurant: un restaurante de comida Zambiana y Mexicana que tuvimos que cerrar porque no conseguimos que la comunidad local lo sintiese como suyo.
KUBUKA cree que empoderando a estos grupos comunitarios se puede generar un desarrollo sostenible en una comunidad determinada. Hasta ahora hemos invertido en estas iniciativas empresariales de una manera un tanto desorganizada, dejándonos llevar por la intuición y por la necesidad, pero estamos trabajando en estructurar esta línea de ayuda a través de un programa de incubación de iniciativas empresariales con unos requisitos, un proceso de selección y de formación, y un presupuesto estandarizado. Queremos seguir apoyando a más grupos comunitarios y esperamos lanzar este programa en 2020 y poder escalar nuestra ayuda para que más Margarets y Jackelines puedan tener un mayor poder de decisión en el desarrollo de sus vidas.
Álvaro Pérez-Pla, fundador de KUBUKA