Muchas personas no creen en la cooperación. Algunos creen que es un juego que enmascara un mundo oscuro de corrupción, otros creen que el desarrollo nunca va a llegar por ese camino y que las ONGs juegan con dinero para crear su propio negocio. Desgraciadamente existen casos de ONGs que son así, pero el otro día leía un artículo en el periódico El País en el que se decía que más de 1 billón de personas han salido del estado de la pobreza gracias a políticas sociales y a la cooperación. Por mucho que resulte paradójico, a pocas personas les interesa este tipo de artículos que hablan del desarrollo de la humanidad. Tenemos dinero para ir en busca de agua a Marte pero no tenemos dinero para abastecer de agua zonas áridas. Pero lo peor no es eso. Lo peor de todo es que aunque no lo sepas es probable que la cooperación esté en contra de tus principios. ¿Alguna vez lo habías pensado?
Lo voy a tratar de explicar. Crecemos pensando que para ganar otros tienen que perder. La ley más básica de la naturaleza así lo establece, la ley de Darwin, la ley del más fuerte, el competir o morir… ¿Quién no ha tenido una infancia en la que se haya sentido mal por perder? Este fundamento es el que determina todas nuestras relaciones. Según Keynes, uno de los padres del denominado modelo económico del “Estado de Bienestar”, las personas somos seres unidimensionales cuyo único fin es maximizar nuestro propio beneficio. Keynes se basó en la ley básica de la naturaleza en la que se establece que solo los más fuertes sobreviven. Es sobre este primer fundamento que el resto de principios de la economía actual se sostienen. Pero parémonos un segundo a pensar, ¿sigue siendo realmente necesario que nos matemos para sobrevivir?
El mundo se está dando cuenta de que los fundamentos sobre los que se asienta la sociedad contemporánea están podridos. Todavía son muchas las personas que miran hacia otro lado y hacen como quien no quiere la cosa. Lo fácil es seguir al rebaño, lo difícil es conseguir que el rebaño mire a otro lado y coja otro camino. Algunos se salen del rebaño porque han sabido identificar un vacío en él y quieren sacar provecho, como es el caso de estas ONGs que manchan el trabajo de otras muchas que hacen una gran labor. Otros simplemente ven que el rebaño se dirige hacia un precipicio y luchan porque el mundo tome el rumbo hacia donde ellos creen que debería de estar yendo. Las personas que formamos Más Por Ellos representamos al segundo grupo de personas, una pequeña minoría de la población que poco a poco va haciendo más ruido y que día a día atrae a más personas. Y no es fácil hacer ruido y que te hagan caso cuando la gente está suficientemente ocupada compitiendo con el de al lado. No hay tiempo para pensártelo dos veces y la decisión de combatir contra el sistema se visualiza como una batalla que ya se ha perdido antes de comenzar. Pero tenemos valores y los representamos con orgullo. Tenemos esperanza y sabemos que esto es una carrera de fondo y que seguramente no seamos nosotros los que lleguemos a la meta. Y durante nuestro testigo nos toca dar todo lo que tenemos dentro.
Hace dos años que empezamos un proyecto en Kenia cuya intención era construir un centro de acogida para niños huérfanos. Algunos de los integrantes del equipo habíamos vivido el lado oscuro de las ONGs. Habíamos visto como gente sin escrúpulos se aprovechaba de unos niños huérfanos, de vacíos en el sistema, de gente que se da por realizada donando dinero a una causa que desconocen. Fue entonces cuando decidimos que no queríamos pertenecer al rebaño y que no íbamos a mirar hacia otro lado. Queríamos demostrar que la esperanza existe. Soñábamos con el día en el que se acaben las injusticias, porque llegará. Y reunimos el valor suficiente para sacrificar parte de nuestra vida por algo en lo que creíamos.
Durante estos dos años hemos logrado grandes cosas, pero principalmente podemos estar orgullosos de una: hemos conseguido que todos nuestros proyectos tengan una coherencia, un hilo conductor. Hemos comprobado en primera persona como se puede vivir de una manera mucho más sana y sin necesidad de competir. Este es el hilo conductor, nada más, ni nada menos. Y viene el caso, ¿verdad? Os estaréis preguntando, ¿cómo?
Imaginaos un mundo en el que te educan desde pequeño y a lo largo de tu vida en valores desde la ética, la democracia real, la defensa del medio ambiente y la importancia en la comunicación. En este mundo se sustituye la competición por la cooperación y la avaricia por el altruismo. Se trabaja conjuntamente en la creación y consolidación del bien común, mas allá del beneficio propio. ¿Es esto posible?
Trabajamos en ello a través de una cooperativa formada por miembros que pertenecen a comunidades de vecinos del barrio de Kibera. Estas comunidades de vecinos se juntaron porque tenían una idea en común: limpiar su barrio, un barrio que se encuentra construido sobre basura. En vez de competir por quién se hacia con el negocio de compraventa de basura, estas comunidades de vecinos han decidido cooperar para lograr su objetivo. El beneficio de la compraventa de basura no va a ir para uno, sino para todos. Tampoco va a ir a su bolsillo, va a destinarse a realizar proyectos que desarrollen su barrio. Estos proyectos se elegirán democráticamente. Un ejemplo podría ser uno de los colegios que apadrinamos. Estos colegios también forman parte de esta cooperativa, concienciando a los niños desde pequeños con educación medioambiental e involucrando a los padres de los niños en algunos de los beneficios de la cooperativa. Parte de los beneficios irán para que estos niños tengan mejoras en su educación, o para que se construyan unos nuevos baños. Y os estaréis preguntando, ¿de dónde sale el beneficio?
Pronto publicaremos una entrada exclusivamente para explicar esta forma de ayuda. Esto no es un juego y espero que hayáis entendido que el mundo que antes quería que imaginaseis hoy en día es una realidad en algunos rincones del mundo. Está en vuestras manos luchar porque esta realidad llegue a donde estéis.
Kenia es un pequeño lugar de nuestro planeta. Existen otras realidades, como es el caso de Zambia, donde nuestra ONG hermana, Kubuka, lleva un año desarrollando proyectos de cooperación bajo las mismas premisas que nosotros promulgamos. Me mudo a Zambia con muchas lecciones aprendidas, con un saco de historias que contar y orgulloso de formar parte de un proyecto cuya visión cada día esta más cerca de la nuestra. Dejo a un equipo de personas increíbles a cargo de un sueño compartido y llego a Zambia arropado por un gran equipo conjunto que trabaja desde España para demostrar que esto no es solo posible en Kenia. Esto es una realidad y os lo vamos a demostrar.
Álvaro