Antes de nada, te recomiendo que leas esta entrada con esta banda sonora.
Porque no es oro todo lo que reluce, dice mi abuela. La idea de escribir este blog fue contar a todas las personas que nos seguís y que formáis parte de Más Por Ellos el día a día de una aventura de unos cuantos jóvenes que en un momento dado nos dimos cuenta de que podíamos cambiar el mundo y que lo único que teníamos que hacer era ponernos manos a la obra.
El camino está siendo duro, difícil y con muchas piedras. Hemos llorado, de pena y de emoción. Nos hemos besado y nos hemos abofeteado. Hemos trabajado a destajo y hemos disfrutado a destajo. Hemos arrimado el hombro cuando alguno flaqueaba y hemos aprendido de todos nuestros errores.
En Más Por Ellos la tensión por el trabajo bien hecho, por exigir siempre un poquito más, por no conformarnos con lo ordinario y por buscar siempre, siempre lo extraordinario, nos ha hecho llegar hasta donde hemos llegado y es parte fundamental de nuestro éxito. Todo esto está muy bien y es cierto, pero nunca os hemos contado las discusiones, las horas sin dormir y las lágrimas que se nos han caído por este SUEÑO. Cuando uno se embarca en una Odisea de este calibre piensa que está a punto de formar parte de un equipo de la Volvo Ocean Race, que cruzarás el Cabo de Buena Esperanza, el Cabo de Hornos y que cruzarás el Pacífico, que tu barco es el fórmula uno del mar, que en cada puerto te recibirán miles de personas que te darán manjares y te cuidarán y, en definitiva, que vas a vivir una aventura única e irrepetible y sólo asignada a unos pocos elegidos.
Sin embargo, en cuanto sales del puerto y dejas de ver a tu familia, empiezas a sentir el viento en la cara, las olas, las gotas de lluvia y te das cuenta de que nada de eso es cierto, que para cruzar un Cabo primero tienes que haber recorrido miles de millas superando temporales, olas, comidas secas y pocas horas de sueño; te das cuenta de que tu barco no es un fórmula uno sino que es más bien un seiscientos, que despacito pero sin quejarse avanza lentamente por el mar pero sobretodo te das cuenta de que sin tus compañeros no vas a llegar a ningún sitio.
Lo que hace grande esta hazaña y lo que te hace avanzar no es el viento; lo que te hace avanzar son las ganas de navegar pase lo que pase, pase lo que pase. El viento sabes que tarde o temprano llegará, que soplará más o menos fuerte y vendrá por un sitio o por otro, pero dejándote llevar no llegarás a ningún sitio.
Las tormentas son los momentos más complicados para cualquier tripulación, es en esas situaciones en las que se reconoce el barco ganador. Cuando hay tormenta, es de noche y hay olas de cuatro metros, es cuando los equipos demuestran su valía. En el barco de Más Por Ellos pasa lo mismo. Cuando hemos vivido tormentas, huracanes y temporales, hemos sufrido todos y cada uno desde el capitán hasta el cocinero, de babor a estribor, pero hemos luchado juntos y hemos salido de la tormenta más reforzados que nunca. Al igual que el Teniente Dan en Forrest Gump, cuando sales de una tormenta no sólo das las gracias por seguir adelante sino que te llevas un aprendizaje grabado a fuego y que nunca vas a olvidar. Cuando nuestro barco se ha tambaleado por las olas y por el viento, es también cuando la tripulación ha demostrado por qué cada uno de los integrantes forma parte del equipo. Cuando ha habido tormenta el primero que se ha remangado y ha achicado agua, ha sido el capitán; no se le han caído los galones por hacerlo y ha demostrado porque es el capitán. La humildad de toda la tripulación sale a relucir en cada tormenta, ninguno ha intentado jamás escaquearse y todos hemos remado siempre hacia delante. Con mejor o peor coordinación pero siempre hacia delante.
Como véis este camino no es fácil, cambiar el mundo es complicado, y no porque el hecho de cambiarlo sea complicado, sino porque el mundo no quiere cambiar y esa lucha acaba siendo una lucha contra uno mismo, contra lo preestablecido contra lo que está predeterminado, contra lo que nos han dicho que debíamos hacer y en definitiva, contra la comodidad que supone sentarse en un crucero y dejarse llevar.
Los aquí presentes decidimos que queríamos vivir la Volvo Ocean Race, decidimos que nuestro barco no era un fórmula uno, pero que bien llevado era imbatible. Decidimos que aprenderíamos a navegar según nos adentrásemos en el mar, decidimos dormir poco y comer mal y, sobretodo, decidimos que disfrutaríamos de todos y cada uno de los amaneceres que estamos viviendo juntos. Que el mundo se nos presenta auténtico a nuestros pies, que seguiremos sufriendo juntos y que vendrán tormentas peores. Pero sabemos y, estoy seguro de ello, que las superaremos como hemos hecho hasta hora. Que el valor de esta tripulación está en el conjunto, porque la forma que en que nos complementamos nos hace aspirar a ganar todas las medallas. Que nuestra meta es ese lugar en el que se juntan el cielo y el mar y que nuestro barco algún día llegará.
Y a la tripulación, le transmito mi admiración eterna por dejarme compartir el mejor viaje de mi vida con vosotros.
Pedro Armas