Sería muy egoísta reservar para nosotros las historias que aquí vivimos, porque al fin y al cabo, sois quienes hacéis que ocurran. Además, siento la necesidad de compartir esta amistad; porque cuando conoces a alguien grande, de los que te cambian la vida, de los que admiras casi antes de conocer, tienes el impulso de hablar de él.
Eric es una de esas personas. Es un chico de 20 años con el que nos cruzamos cada día en Kibera. Vive y trabaja en el mismo lugar, tuesta y vende cacahuetes en la puerta de su casa.
Me dejó marcada desde el primer día puesto que le conocí de una manera especial. Hace un tiempo uno de nosotros se llevó un susto en Kibera; hay que tener en cuenta que los blancos resultamos atractivos para quienes no han encontrado una buena forma de ganarse la vida en el slum. Gracias a Dios, todo quedó en una anécdota y en algunos objetos perdidos.
El caso es que Eric se parece a uno de los chicos que aquel día se quedó con lo que no le pertenecía; y confundiéndole con él, el voluntario con el que iba me sugirió que nos acercáramos a él para ofrecerle ayuda. Gracias a su gesto aprendí una de las mejores lecciones en este tiempo: la mayoría de la gente que lleva esa vida lo hace por necesidad y no por capricho. Lo mejor que puedes hacer por ellos es tenderles la mano.
Al principio sorprendido, confundido y algo avergonzado, Eric nos negó que hubiera tenido nada que ver con aquel suceso y nos contó su historia. Lleva más de 4 años con una lesión que se ha ido agravando, cuando tenía 16 años se le cayó un marco de metal encima y se lesionó la rodilla y el fémur. Fue al médico pero no podía pagar ningún tratamiento por lo que no volvió. Desde entonces no tiene movilidad en la pierna derecha y tiene que desplazarse con muleta.
Esto le hizo renunciar al colegio sin empezar la secundaria, y derivó en otros muchos problemas que poco tienen que ver con lo sucedido. Su madre volvió a la zona rural y empezó a engancharse a malos hábitos; y su único referente, su hermano mayor, creó una familia que se desquebrajó, por lo que sólo encuentra la casa de Eric abierta cuando viene a Nairobi. Desde entonces, y siendo aún menor de edad, Eric ha tenido que tomar las riendas de su vida: renunció a quedarse desempleado e incapacitado en el pueblo y vino a Kibera a montar su negocio, alquilar una habitación y salir adelante; por él y por su familia.
Hace un año tuvo una mala caída y su lesión se agravó, desde entonces tiene una fractura abierta de fémur. Fue al hospital pero no podía permitirse una operación, ni siquiera una escayola. Sin ningún tratamiento, el tiempo ha hecho que la fractura le haya ocasionado una infección severa en el hueso que va extendiéndose. Lo peor son los dolores que sufre desde entonces, con los que se ha acostumbrado a dormir cada día.
A pesar de ello, Eric no pierde la sonrisa; ni el buen humor cuando me pide consejos para ligar, ni la capacidad de agradecer lo que tiene, ni el buen trato con sus amigos y su gente, de la que siempre está rodeado. Ya nos consideramos parte de ellos, puesto que cada vez que pasamos por ahí nos ofrece cacahuetes, o plátanos, o una taza de té.
Tras conocer su historia y recopilar su expediente, hemos ido varias veces con él al hospital. La última a uno especializado en cirugía ortopédica, a unas 2 horas de Nairobi, donde después de pasar 12 horas esperando y visitar distintos doctores, hacer radiografías, análisis de sangre, etc; nos explicaron la intervención a la que tendría que someterse y nos la presupuestaron. Desde aquel momento me hice el firme propósito de hacer todo lo que estuviera en mi mano por conseguir el dinero necesario lo antes posible.
El depósito, el punto de partida para que pudieran darle cita y empezar la operación (drenaje, desinfección, extracción del hueso muerto, sustitución por cemento medicado e implante), era de 1000 euros. Y hablo en pasado porque gracias al increíble corazón de algunos amigos conseguí este importe en unas pocas horas.
Sólo hizo falta escribir un email con esta historia y pedir ayuda, también por redes sociales. Me pasé un domingo entero contestando mensajes de familiares, amigos, y conocidos, de los que hacía meses que no tenía noticias, ofreciendo un donativo para la causa; o dedicando unas palabras de ánimo; o agradeciendo lo que Más por Ellos está haciendo por tanta gente en este maravilloso país.
El viernes fuimos otra vez al hospital a pagar el depósito y me dijeron que me llamarían; y hoy he recibido la noticia de que operan a Eric el 8 de marzo. En cosa de un mes empieza su nueva vida. Cuando le he llamado para contárselo, a pesar de estar con fiebre y dolores por la infección, tenía ganas de hablar.
Me ha contado un sueño que ha tenido: caminando por Kibera encontraba un grupo jugando al fútbol, se unía a ellos y marcaba el gol que daba la victoria a su equipo. Me decía que tiene la esperanza de que esta ilusión sea muy pronto una realidad cotidiana. Y lo será, porque somos muchos los que le acompañamos en el camino.
Cuando vives tan de cerca una historia como ésta, te das cuenta de que no hay que pretender cambiar el mundo. Basta con hacer un esfuerzo para tratar de mejorar la vida de alguien para cambiar la tuya. Ni siquiera es necesario hacer un gran cambio, venir a África para poder hacerlo, puesto que sois vosotros los que habéis conseguido cambiar la vida de Eric desde allí.
Ojalá podamos daros buenas noticias muy pronto y sigáis ahí para leer historias como ésta. Muchísimas gracias por acompañarnos en esta aventura y no dejar que nunca nos sintamos solos.