La Vuelta a Ellos

La Vuelta a Ellos

Hace un par de semanas llegaba a Tala después de cinco meses de viaje junto a mi bicicleta, recorriendo la ruta que unía Gijón con el orfanato de Kubuka en Kenia. A lo largo de mi pedaleo me he enfrentado a enfermedades como la malaria o una fuerte deshidratación, días de lluvia, fuertes vientos en contra, lugares con un calor sofocante, caminos embarrados, problemas con los visados, conflictos con la policía, problemas técnicos con la bicicleta y encontronazos con animales. Pero todos los días, cuando caía la tarde, valoraba las cosas buenas y malas que me habían pasado y ésto me motivaba para seguir adelante y nunca tirar la toalla. Y es que de cada dos cosas malas vienen un puñado de buenos momentos, sorpresas y ánimos.

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La bicicleta me ha permitido estar en contacto directo con los africanos, nunca me he sentido solo ya que cada vez que paraba a descansar, comer o dormir siempre hacía un amigo. Comer ha sido uno de los placeres de este viaje, no solo por ser el momento que más disfrutaba de la gente, si no porque he probado todo tipo de alimentos, como carnes de gato, perro, serpiente, rana o camello, además de una gran variedad de comidas africanas. Ésto y el repertorio de aguas que he bebido, amarillas, marrones, con bichos o pócimas y licores artesanos, han pasado factura a mi estómago todas las semanas. Pero como dicen aquí, no eres africano si no pasas cien cagaleras y no me queda mucho. 

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Ésta es mi cuarta vez en el antiguo continente, pero ha sido un viaje muy diferente.  He compredido que la mayor diferencia entre África y el primer mundo, es la falta de agua y electricidad. La electricidad en estas áreas puede ser algo secundario, un lujo, pero el agua no. El agua es vida y son miles los pueblos que carecen de ella, kilómetros con garrafas en la cabeza son los que caminan las mujeres para conseguir este preciado bien, necesario para cocinar, beber, lavarse o regar.

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Algo que me llevo de esta aventura es la felicidad, la sonrisa permanente de la gente y la hospitalidad. Me han abierto todo tipo de hogares para dormir, invitado a decenas de cenas y elogiado con frutas, refrescos o comida. Una de las reglas básicas en África es que, si hay un plato para comer, nadie se queda sin comida. 

No sé si cuando vuelva a España seguiré siendo tan paciente como aquí y no tener problema por esperar horas y horas o no sé si seguiré quejándome por problemas que aquí ni si quiera tienen cabida.  Lo que si se es que intentaré ser feliz todos los días y sonreír todo lo que pueda. No por haber vivido esta experiencia ahora voy a dar clases de la vida o llegar a casa y ser diferente.

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Desde que aparqué la bicicleta he convivido con mi otra familia, la familia de Kubuka. Desde que he llegado no he dejado de alucinar cómo han evolucionado, no solo los proyectos de la ONG, si no Kenia en general, demostrando que es un país que va a pasos agigantados.

Lo primero que vi fue el orfanato de Tala, donde me emocioné con la evolución desde un terreno sin nada a un sueño hecho realidad, con edificios, baños, un comedor y, lo más importante, lleno de niños. Ya en Nairobi me he dejado empapar por proyectos como Kleanbera, el cual ya conocía y con el que estoy trabajando a fondo, y con otros nuevos como Made in Kibera o los colegios. Estoy encantado de poder poner mi grano de arena para el crecimiento de estas iniciativas. 

Cuando salí de casa nunca hubiese imaginado llegar a completar este reto. Si tenía claro que llegaría a Kenia pero no que recaudaría lo equivalente a 10.000 km. Llegar aquí en bicicleta y encima que el reto no solo se haya cumplido si no que se haya superado es un orgullo para mí. Ahora con todo el dinero recaudado Kubuka podrá seguir haciendo los sueños de muchos niños y kenianos realidad.

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Espero que hayáis disfrutado y os hayáis emocionado al menos la mitad que yo con esta aventura.  Ahora nos vemos en Madrid el día 5 de Mayo donde os contaré cual es la siguiente proyecto. Si, hay siguiente aventura mamá, lo siento.

Nicolás Merino

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