“Las mujeres africanas son la fuerza que mueve África”, se dice muchas veces, pero creo que nunca llegamos a ser conscientes del alcance de esta afirmación. Cuando afirmamos esto ponemos el foco en que son ellas las que mantienen la casa y la economía de la misma, el cuidado de menores y personas enfermas de la familia, trabajan fuera de casa, se preocupan por la educación, etc.
Hace unos meses, tuve la suerte de conocer a una de las mujeres que, junto con muchas otras personas, está cambiando la realidad de las mujeres en Kenia. Se trata de Agnes Pareyio, una mujer de la tribu masai que, según la versión oficial, hace 15 años decidió comenzar su lucha contra la mutilación genital femenina en el Condado de Narok. Ella misma decidió huir de esta práctica que, en su tribu, está justificada como una tradición necesaria como rito de paso que convierte a las niñas en mujeres y las prepara para casarse. Para mí, este acto fue su verdadero comienzo en la lucha contra esta práctica hace mucho más de 15 años.
A pesar de que fui a Narok con la intención de conocer este proyecto, no estaba muy convencida de que fuera a conocer a la fundadora. Me imaginaba que, como pasa en muchas organizaciones, otra persona pasa a ser la cara del proyecto poco conectada con la realidad. Pero Agnes, además de estar muy implicada en el proyecto, en el poco tiempo que la conocimos, nos dio la impresión de ser una mujer muy popular y respetada en la Comunidad, a pesar de lo controvertido de su labor en una sociedad que aún cree en esta práctica. Ella ha conseguido darle la vuelta y ganarse el reconocimiento de la Comunidad.
Según nos contaron en el Centro, en la tribu masai, concretamente en el Condado de Narok, la práctica más común consiste en la extirpación del clítoris y los labios menores. Las niñas pasan por esto para “convertirse” en mujeres y casarse. Una vez se les ha practicado la mutilación, la familia espera una semana para entregarla a un hombre que han elegido, para casarla.
Agnes decidió crear un Centro de rescate, llamado Tasaru Ntomonok, para aquellas niñas que, como ella, deciden huir de la mutilación genital femenina. En este centro se las acoge, se las da educación, y se intenta trabajar con las familias para que no las rechacen y puedan volver a su lugar de origen sin el riesgo de ser “cortadas”. Además Agnes, con su equipo, además visitan las aldeas de los pueblos, hablando con las Comunidades y explicando las consecuencias de esta práctica y el por qué no debe ser practicada.
En estos momentos la Ley también respalda a Agnes y su equipo puesto que desde 2011 la mutilación es un practica ilegal en Kenia. Por otro lado, existe un programa para las mujeres que realizan la circuncisión que las proporciona una alternativa económica. Esta práctica normalmente es su única fuente de ingresos, por lo que para abandonar esta profesión necesitan encontrar otra ocupación que es facilitada por la organización de Agnes.
Agnes nos repitió en numerosas ocasiones que la única manera de erradicar esta práctica es con educación, a las Comunidades para que dejen de hacerlo y a las niñas para que tengan la capacidad de decidir libremente el futuro que ellas decidan. Nos decía que no fue fácil al principio, pero la situación ha mejorado y seguirá mejorando.
La iniciativa de las mujeres de Narok me hace reflexionar que las acciones locales son el mejor motor de cambio, ya que las propias personas beneficiarias, en este caso las mujeres en Kenia, saben lo que realmente necesitan y cómo conseguirlo. Además, demuestran la importancia de la educación, básica y necesaria para el cambio, para aprender a pensar y para ser capaces de decidir libremente sobre nuestras vidas.
Agnes además es un ejemplo de cómo los cambios se consiguen empezando por cambios personales y tomando la iniciativa de reflejar el cambio que se quiere ver en la sociedad. A pesar del riesgo tan grande de ser rechazada por su familia y convertirse en una mujer sin apoyos, con lo que eso significa en la sociedad keniana, la compensó más que el ser mutilada y sufrir las consecuencias el resto de su vida. No contenta con eso, continuó su lucha para trasladar su convicción a toda la sociedad.
Finalmente, me gustaría felicitar a Agnes y a todas las mujeres, que como ella, dan pequeños pasos individuales en sus vidas, incluso día a día, y que poco a poco consiguen un verdadero cambio y enseñarnos grandes lecciones.
Paula Arranz Canales