-Yo: Esa estrella que ves ahí es Saturno
-Rafi: Esa es mi estrella, es la estrella de Rafi. Los europeos necesitáis ponerle una etiqueta a todo. Yo voy a seguir disfrutando de mi estrella, en vuestra compañía que es lo que me hace feliz, llámala como tú quieras.
Apenas llevo un mes en Kenia compartiendo esta experiencia con otros cinco locos y puedo prometer que estoy enamorado de este país, de su gente y de su cultura.
Los rayos de sol penetran la ventana a las 7 de la mañana, poco a poco las pestañas empiezan a despegarse y me topo con la mosquitera que le da a mi cama un aspecto de cuento de princesas. Uno a uno los Muzungus (blancos) empezamos a llegar al salón.
Es aquí donde nos encontramos el primer regalo del día. Un keniata llamado Eric Mutiso, siempre está en pie, con su pantalón remangado, su sonrisa deslumbrante y con ganas de empezar el día. Así es Eric un hombre entregado a su país e ilusionado con lo que hace.
No soy tan poeta como Inés, no he escrito un libro, ni compongo canciones como Pablito, no soy un rompecorazones como Edu, ni tengo la sabiduría y el corazón que tiene Álvaro puesto en este proyecto, porque es algo imposible. Soy un chico sencillo que intento aportar mi granito de arena para hacer de este mundo, un mundo mejor. Por eso desde el desayuno intento sacarle una sonrisa a estos locos, locos por África y locos por lo que hacen.
Cada día este país te da algo mejor que el anterior, una nueva experiencia, una vivencia, una amistad. No he recibido una mala mirada, un mal gesto, nadie me ha negado el saludo y que no sea porque no saludo.
Día a día paseamos por las sucias calles de Kibera, rodeados de decenas de niños que aún jugando entre basuras, siempre tienen una sonrisa en su cara y una mano para alzarte a tú paso. Calles de un metro de ancho, fachadas de barro y cocinas improvisadas con piedras y carbón. Así es la vida aquí. Una vida difícil por las carencias y el dinero, pero a la vez alegre por el espíritu keniata.
Te das cuenta de lo poco que necesitan para ser felices, solo buscan en ti un saludo, una sonrisa, un minuto de tu compañía, una mirada. Volviendo al comienzo de este escrito, recibí una lección la primera noche en la terraza de nuestro piso. Mirábamos las estrellas y la luna, que son la luz de Kibera, mientras Rafi, nuestro frutero y un amigo ya en mi vida, me demostraba que las cosas que importan, van por dentro y no por el aspecto o nombre que tengan por fuera.
Lejos de Kibera y de la ciudad se encuentra el paraíso escondido de “Más por Ellos”, un lugar tranquilo en medio de la sabana africana, el cual deja amaneceres impresionantes y atardeceres sorprendentes. Con el monte Kilimambogo de fondo hemos tenido el honor de poner las primeras piedras de lo que seguro que será un hogar fantástico para los niños.
Ya siento celos de los voluntarios de verano y es que, como he reiterado varias veces, me he enamorado de este país y de esta gente. No soy nadie para dar consejos, solo quiero deciros que la felicidad está más cerca de lo que nosotros esperamos. Solo hay que encontrarse a uno mismo y disfrutar de lo que tenemos.
Nico Merino
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