El otro día le pregunté a uno de los emprendedores de nuestro programa micro-emprendimiento cuál era el principio que más le definía. Me contestó que su principio primordial era no hacer nada malo. Cuando le dije que el mío era no hacer a los demás lo que no querías que te hiciesen a ti, me miró y me dijo: ¿Por qué estás pensando en el pasado o en el futuro?
Todos somos diferentes, es la magia del mundo. Más de seis mil idiomas conviven en nuestro planeta. Es sorprendente que existen, pocas, pero sólidas ideas que nos unen a todos. Las personas compartimos un trozo de cultura y prueba de ellos es que tanto en España, como en Kenia o la India, tres países con enormes diferencias en su forma de vida, la religión impera sobre la gran mayoría de las personas o el nacimiento de un nuevo miembro en la familia supone un gran motivo de esperanza. El pasado y el futuro siempre cuestionados. Sin darnos cuenta de lo importante que es vivir el ahora y vivirlo de la mejor manera que podemos, las brechas sociales crecen y el mundo se convierte en un sitio más inestable.
La ultima invención del ser humano es un coche que vuela, y unas partículas ya han vuelto al pasado. Estoy seguro de que existe la cura contra el SIDA pero siguen muriendo millones de personas cada año por esta enfermedad. Todos sabemos que hay secretos de Estado, que no son tan secretos, que han hecho que el mundo dé cambios radicales. Y mientras, el 81% de las personas vive en países en vías de desarrollo, el otro 19% se aprovecha de sus recursos. ¿Por qué será?
Si el karma actúa en conjunto, el futuro de la humanidad seguramente sea de color negro. Muchos pueblos violan los derechos humanos y son pocos los que luchan por un mundo más justo. Cada uno tiene suficiente con poner orden en su propia casa, y el vecino se convierte en un adversario en la carrera hacia la gloria.
El sistema nos corrompe, nos hace débiles y consigue apoderarse de nosotros. El mundo está siendo aplastado por unos pocos que quieren que vivamos nuestra vida a su merced. Andamos todos los días al trabajo, y, como si fuésemos marionetas, nos sentamos delante de un ordenador durante horas tecleando unos botones con letras, mientras un tío, gordo y cabrón, realiza una llamada desde el Caribe para saber que el agua sigue su cauce. Para cuando llegan los 50, todos necesitamos gafas y hemos perdido mucho de nuestro tiempo. Pero lo peor de todo es que por entonces nos hemos convertido en personas sin motivaciones ni escrúpulos, dispuestas a inculcar valores como la competitividad o el anhelo al dinero.
Así es como ayudamos a que el sistema gane fuerza y que nuestro hijos sea más difícil vivir libres de pensamiento. Cuando hablo del sistema, me refiero al sistema capitalista, que impera en la sociedad mundial actual. Un sistema que ha demostrado durante casi un siglo que tiene grandes carencias, que crea desequilibrio en el desarrollo del mundo, y que se ceba con los más débiles. Sin embargo sigue estando en funcionamiento bajo la nube de los medios y tecnología que controla todo lo que pensamos y hacemos.
Y ahora os hago una pregunta: ¿Estás pensando en el pasado o en el futuro? No podemos dejar que esto siga ocurriendo, estoy seguro que no entra dentro de nuestros principios. ¡Nos toca actuar!