Tala, Kenia. 11 de la mañana. Llevaba su típica camisa morada, sus chanclas naranjas y su sonrisa perfectamente puesta. Dentro del color negro de los keniatas, Mandy es bastante negro.
Aquel día, yo estaba pensando en cosas sin importancia cuando dijeron mi nombre.
– Pablo, my brother.
Es muy tímido y agachó la cabeza después de decírmelo. Me quedé mirándolo un rato hasta que le hice la señal para que viniera. Se acercó y volvió a ponerse la sonrisa que la timidez le había quitado.
Como muchos otros africanos, su futuro es incierto y su pasado triste. Por eso ellos han desarrollado, o mejor dicho, han mantenido viva, la capacidad de estar presente. Cuando no tienes futuro y tu pasado es doloroso, solo te queda el presente. Este momento. Y cuando te dejas ser en este momento, algo mágico sucede, brilla.
Como iba diciendo, Mandy se acercó interrumpiendo mis pensamientos sobre el futuro, y se sentó cerca. Le había conocido hace dos años y dijo que se acordaba de mí.
– ¿Por qué has tardado tanto?
No supe contestar.
Le subí encima de los hombros y nos dimos un paseo por el comedor. Paramos en cada uno de los dibujos que habían hecho los voluntarios. En el mapa del mundo, le expliqué la distancia entre Kenia y España y cuanto se tardaría en «matatu» (el autobús de allí). Vimos las diferentes condiciones climatológicas, los números en inglés, suajili y español, los colores…
Al final nos sentamos, Mandy encima de mí, y guardamos silencio. En aquel momento no pensaba, todos mis pensamientos sobre el futuro habían desaparecido y solo estaba con él, disfrutando. Mi hermano comparó el color de nuestras manos acariciando suavemente las mías. Noté una sensación fuerte en el pecho, abracé a mi salvador y sin darme cuenta empecé a llorar.
Aquel niño de 10 años, con un pasado triste y un futuro incierto, había traído consigo lo mejor que podemos llegar a sentir, la presencia.
Todos tenemos esa capacidad. Cuando estás viendo una bonita puesta de sol, cuando abrazas a un ser querido, cuando bebes agua teniendo sed… En esos momentos te conectas con lo que está pasando y una sensación de paz te invade. Después los pensamientos vuelven a la carga y con ellos las ansiedades, las culpas, las tristezas… Es un tema delicado y difícil de comprender, más que nada porque no hay que comprenderlo, hay que sentirlo.
Te invito a hacer un experimento. Cuando termines de leer, observa todo lo que te rodea, fíjate en cada detalle y verás muchísimo más de lo que veías antes. Escucha los sonidos, empieza por los más evidentes y sigue escuchando hasta ese sonido lejano que antes ni siquiera existía. Respira profundamente y presta atención a como actúa tu cuerpo por si solo. Todo eso es el momento presente. Y como nos ha enseñado Mandy, te hace sentir la vida.
Sin duda África tiene muchas situaciones injustas y vamos a luchar por cambiarlas. La gente muere de hambre, los niños no van al colegio, o no hay atención sanitaria. Pero llevo tiempo fijándome, y muchas de esas personas sonríen más que en Europa, son más felices.
Me di cuenta de la mala traducción de la frase: «Tomorrow is another day».
Nosotros decimos:
«Mañana será otro día». Esta traducción te pensar en el mañana como algo esperanzador. Es una ilusión que te aleja del presente.
La traducción real:
«Mañana es otro día». Te hace pensar en hoy, porque mañana realmente no existe. Te conecta con la vida.
Aprendamos de ellos algo que, por estar ocupados con el progreso, hemos pasado por alto.
Solemos esperar la situación adecuada, la cual va cambiando, para empezar a vivir. Acabar la universidad, tener cierto trabajo, comprarte una casa, tener hijos… Se convierten en futuros inicios de nuestra vida. Y mientras tanto, la vida ya está siendo; desde que naciste, nunca ha dejado ser.
P.D. Acuérdate del experimento. Presencia, y la sonrisa se pondrá sola.
Pablo Pérez de Miguel