Querido yo del futuro

Querido yo del futuro

Querido yo del futuro: espero que no tengas que leer esto porque hayas olvidado el tiempo que pasaste en África. Los dos sabemos que nunca has dormido tan poco ni has estado tan agotado; y seguro que tampoco hemos celebrado como si hubiéramos metido en la final del mundial, que esa noche cenábamos carne. No, incluso con todo reciente y con los ojos de enamorado con los que miramos a Zambia, ambos sabemos que fue duro, que más que cambiar algo en su vida, ellos cambiaron la nuestra. Y que, aunque nos vaciamos, llegamos a sentirnos culpables de todo lo que nos llevamos, o robamos a otros, como aquella valenciana de mirada criminal. ¿La recuerdas? Ella decía que era su forma de mirar. Mentira, nadie mira el alma sin premeditación y alevosía de esa forma.

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No confío en ti. Sé que te perderás en la rutina de Madrid y volverás a dar importancia a sentimientos y cosas superfluas. Por eso te escribo ahora. Recuerda Kasiya. Piensa en los niños que nunca habían visto un Mzungu y llegaste tú, con un balón y dos cuerdas y te miraban como si estuvieran viendo a Superman. Y no se daban cuenta de que los superhéroes eran ellos. Te obligo a recordar a Linah, la captain Lion, corazón de león y voz rompedora que arañando el metro veinte era capaz de ordenar sin levantar la voz a la manada de leones que tenías por grupo, de salvarte de un marrón y de ponerse el mundo por montera y sus tres hermanos para salvarte el culo en la actuación del último día. Que recuerdes que tus palabras e historias eran importantes, que diste tanto el coñazo para que los leones cazaran que una mañana agarró un pato y te lo trajo como trofeo.

Que olvides la autocompasión y el lamerte las heridas rememorando los dramas que había y que más de uno y de dos viven dos meses con lo que a ti te ha costado la gasolina que has puesto en el coche esta mañana. Si tu trabajo te aburre recuerda cómo era tener once hermanos y vivir una aventura cada mañana en la furgoneta del averno. Que tengas claro que solo un día sera el más feliz de tu vida, pero que el resto pueden estar muy cerca. Por favor nunca pienses que algo es imposible porque tú que no has acampado en tu puta vida te viste durmiendo bajo más estrellas de las que nunca podrás contar, y si alguna vez te jode dormir solo, recuerda esas noches en las que dormiste con siete más y un par de grillos trasnochados. Que cuando leas esto te entren ganas de contar todo lo que viviste, que Joselete, Joseph y Edgar sean tan conocidos para tu familia como ellos acabaron siendo parte de la tuya mientras estuviste allí. No vayas con prisa cuando no es necesario, disfruta el camino y deja huella en vez de pensar solo en el destino y en recorrer el máximo numero de pasos.

Recuerda que te enseñaron que la hora es solo una aproximación, que nada es para siempre, que si vamos despacio es porque vamos lejos, y sobre todo que para reír solo hacen falta ganas… Si piensas que tienes un mal momento recuerda el día que te dolía todo pero tenías que sonreír porque los niños te miraban, y no pasó nada, sobreviviste y estabas orgulloso de ti mismo. Si algo no funciona se puede arreglar. ¿No viste arreglar una batería con un palo? ¿Fátima no curó mil heridas sin tener ni puta idea? Y daba igual, lo importante era llegar a la cama, dar buenas noches a los ángeles y caer muerto al segundo hasta revivir del coma seis horas después porque la jefa estaba organizando el batallón. Y la odiabas, joder que si la odiabas, pero te levantabas como un campeón y seguías adelante y no te dabas cuenta de que en tu puta vida habías madrugado tanto. Y ahora que puedes dormir todo lo que quieras, te despiertas a las siete de la mañana porque te parece que estas perdiendo el tiempo.

Igual ahora lo veo claro y cuando lea esto dentro de un tiempo se me ha olvidado, pero, querido yo del futuro, lo que te quiero decir es que tú fuiste a Zambia siendo español y allí perdiste los papeles, te enseñaron a ser feliz con poco y tuviste envidia de las sonrisas de verdad que tenían los niños. Tus ojos mudaron la piel y las mujeres te parecían maravillosas y los colores más vivos, la comida sabía mejor y todos los días no eran el mejor día de tu vida, pero casi.

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Quiero recordarte que no cambió el mundo, seguía siendo un puto asco, cambiaste tú. Te diste cuenta de que cada pasito importa, que para mover la luna primero hay que perder el miedo a las alturas y a caerse, que un piropo nunca esta de más.

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Que ahora al levantarte por las mañanas en la pelea contra la rutina en tu equipo está todo Mwandi. Que debes volver porque te has llevado mucho más de lo que dejaste. Que eres otro, que no lo olvides, nunca. Te escribo esto para que nunca pierdas el camino que has encontrado al irte, ese que te llevará de vuelta una y otra vez a África. Que tus palabras sean la guía que lleve a otros a girar la vista hacia ese lugar de cuento del que salen todas tus leyendas, que seas el altavoz de sus glorias y problemas para que si por ti fuera mañana un batallón se presentara a ayudar sin reservas ni dudas. Has cambiado cosas, pero no olvides que les debes contar historias a su altura, no tienes ni que inventártelas, has visto elefantes y leones, te has bañado en una catarata tocando las nubes con los dedos, has visto cosas que ni tú creerías posibles un domingo cualquiera en la tierra. Está en tu mano y en la de todos los que pasasteis por allí que deje de ser el país olvidado de África.

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Me escribo esto y lo publico para que nunca recuerde olvidar. Que fui sin un plan, volví con una brújula que siempre apunta al Sur. La piel no olvida, la tinta tampoco. Escrito queda.

– Lucas Villa Cantero

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