11 de octubre de 2014. Tala, Kenia.
1. Un terreno prácticamente vacío, una casita construida y una a medio construir, dos letrinas y dos duchas de agua helada.
2. Dorkas y Sara, dos niñas de 17 y 20 años desconocidas. Mwanzia, vecino desconocido de 22 años que nos ayuda a cocinar en una cacerola entre dos piedras haciendo un pequeño fuego con trocitos de madera. Matheka, keniata de 50 años, desconocido y encargado de empezar un proyecto de huerta. Elisa y Carlitos, hijos de Dorkas y Sarah de 3 semanas y de 3 meses. Y Eric, un jefe que a primeras, trasmite dulzura.
3. Un grupo de voluntarios españoles y un americano de 60 años. No conozco a nadie, todos totalmente desconocidos y sin nada que ver conmigo.
Llego a Tala y pienso. Me pregunto si habré hecho bien en venir, si estaré bien, cuanto tiempo me quedaré, quien vendrá en unos meses, como será todo aquello en un futuro. Me dedico a pensar, pensar mucho en los próximos días, en la próxima semana, en el mes que viene…
30 de agosto de 2015. Tala, Kenia.
1. Un terreno con zonas verdes, tres casitas, unos baños en condiciones, una cocina, un comedor, una oficina, un cuarto para trabajadores, un aula para dar clase, un cuarto para voluntarios, una huerta, un establo, un gallinero, un campo de futbol, una cancha de vóley… Mi casa, mi hogar. Ese sitio en el que me siento cómoda, donde puedo estar tranquila, donde me siento protegida. Ese sitio en el que me siento anfitriona y me preocupo cuando vienen invitados para que todo este perfecto, porque siento que es parte de mi. Es ese sitio, al que cuando llego, pienso… ¡POR FIN ESTOY EN CASA!
2. Dorkas y Sarah ahora son mis hermanas. Carlitos y Elisa son mis bebés. Matheka y Mwanzia mis hermanos. Y mi familia ha crecido… Teacher mum, Boyce, Rhoda, Jeremiah… Personas a las que no olvidare jamás, personas que trabajan duro por el mismo proyecto que yo, y eso nos ha hecho permanecer tan unidos. Eric, casi como un padre para mi. Un jefe que sabe escuchar, que tiene ganas de aprender de todos los que le rodean y que te hace sentir en casa.
3. Un equipo de trabajo, un grupo de amigos, un trozo de esta familia. Esos desconocidos con los que nada tenía que ver se han convertido ahora en mis mejores amigos, mi máximo apoyo, ¡mi familia! Personas con las que encuentras conexión inmediata y entre todos nos ayudamos a cumplir un sueño, esas personas con las que tienes mas cosas en común de las que creías.
Y lo mejor de todo…
20 niños, ¡¡mis niños!! 20 niños a los que una semana antes de irme no puedo mirar a la cara porque se me cae una lágrima al pensar que tengo que separarme de ellos. 20 niños que han calado en mi corazón, 20 niños que nos han enseñado a tener esperanza, a ver que podemos cambiar el mundo, 20 niños a los que les hemos cambiado la vida y 20 niños que sin duda, ¡me la han cambiado a mi!
Después de estos 11 meses sin parar a pensar, me meto en la cama y pienso. Pienso en todo lo que pensé el día que llegué y pienso en lo poco que he pensado en estos 11 meses. Porque cuando estas en África, no piensas en mañana, vives el día a día porque eso es lo que importa, disfrutar hoy y disfrutar ahora porque a lo mejor mañana ya es muy tarde. Pienso en estos 11 meses en los que he sido tan feliz, en todo lo que he sentido, y pienso en que no puedo contároslo en esta entrada de blog, porque no puedo reducir a simples palabras mi experiencia aquí.
Os puedo contar que en Lisha Children’s Home nos despertamos a las 7 de la mañana, que desayunamos un poco de pan y té y que las duchas son de agua helada, pero no se puede reflejar sobre el papel los escalofríos que me provocaban.
Puedo contaros que nuestro menú estrella se basa en comer cada día «beans» y «ugali», que es una pasta hecha de agua y harina que no tiene sabor, pero no puedo lograr que sintáis esa textura que tan poco nos gustaba cuando llegamos.
Puedo contaros que he tenido la suerte de compartir esta experiencia con dos personas que se han convertido en mis mejores amigos, pero nunca os podre hacer sentir ese amor-odio que me provocaban Javi y Cris cuando desordenaban la habitación.
También puedo contaros que a las 7 de la tarde ya es de noche y se acaba el día, porque no hay ni una sola bombilla que pueda alumbrar el terreno, pero no puedo explicaros lo que he sentido viendo el último rayo en cada puesta de sol.
Os puedo contar que viven con nosotros 20 niños a los que hemos elegido porque vivían en unas condiciones horribles y con situaciones familiares muy complicadas, pero no se os pondrá la sonrisa que se me dibuja a mi cuando recuerdo a Kalekye bailando y cantando por el «plot», siendo feliz.
Después de estos 11 meses puedo contaros que gracias a todos los que estáis haciendo más por ellos he sentido cosas maravillosas que a lo mejor no se muy bien como expresar. Me voy triste por tener que separarme de todo lo que quiero, pero me voy orgullosa de lo que hemos conseguido. Hay muchas personas detrás de esto y solo puedo darle las gracias a todas y cada una de ellas. Socios, padrinos, donantes, trabajadores, voluntarios, Más Por Ellos, ¡¡¡GRACIAS!!! Porque todos y cada uno de nosotros somos importantes y estamos haciéndolo posible.
Las pirámides de Egipto, Machu Picchu, el Coliseo de Roma… para mí la maravilla mas bonita del mundo está en un pequeño pueblo de Kenia, en la región de Machakos. Es un pueblo subdesarrollado, donde no hay agua caliente ni electricidad, es un pequeño pueblo donde comemos todos los días «ugali» o «beans», donde lavamos la ropa a mano y donde el medio de transporte habitual es un «piki-piki».
Es un pueblo donde hay esperanza, donde hay alegría, donde hay generosidad y donde hay amor. Un pueblo donde la gente se da, da más de lo que tiene. Donde la gente no tiene nada pero es feliz. Para mí, la maravilla más bonita del mundo está en Tala. Es una casa de acogida, donde está mi hogar y mi familia y donde las estrellas brillan más que en cualquier otra parte del mundo.
María Antón