8:00 de la mañana. Suena la alarma. La apago, esa y las siguientes nueve alarmas que le siguen. No se me da bien despertarme, para que nos vamos a engañar. Pero una vez que consigo empezar mi día, ya no paro. Ya no hay vuelta atrás y sé que no podré irme a la cama sin terminar las muchas cosas que están en mi lista.
Tras el trasiego mañanero llego al trabajo dispuesta a ser lo más eficiente y productiva. ¡Nada me frenará hacia mis objetivos!
Durante la hora de la comida aprovecho para revisar el móvil y, como de costumbre, la mayoría de mis mensajes son de KUBUKA. Así, como si nada, la lista de cosas que hacer se alarga, porque quizás haya algún evento, producto de Merchandising, idea de fidelización de socios y padrinos o algún punto importante a tratar en la Junta Directiva que me espera.
A las 18:30 salgo corriendo de la oficina porque en una hora tengo que estar en mi otra oficina (la de KUBUKA). Contenta subo las escaleras hasta el quinto piso del edificio situado en la calle Génova. Hoy, como cada dos lunes, los miembros de la Junta nos reunimos para hablar sobre los proyectos y puntos importantes de la ONG que conciernan el plan estratégico y el camino a seguir para llegar a nuestro objetivo final: el desarrollo sostenible, es decir, poder irnos de las comunidades en las que actuamos.
Una vez en la oficina, aprovecho para revisar todo el material de Merchandising, hacer control de stock y preparar los productos que vamos a vender en el evento de mañana. Cargada hasta arriba, meto todas las cosas en mi coche: telas, cuadernos, calendarios, camisetas, bolsos, monederos, accesorios para el pelo… todos los productos hechos con cariño y cuyos beneficios van íntegros a apoyar los proyectos en Kenia y Zambia.
Entonces, descargo todo e invado el salón de mi casa. Les doy las gracias a mis padres por no quejarse y convivir entre las cosas de KUBUKA durante todo el tiempo que haga falta y es que, cuando se es voluntario o voluntaria de KUBUKA, no es posible serlo individualmente, sino que toda la familia y amigos lo son también contigo.
Los voluntarios de KUBUKA tenemos una doble vida o eso siempre me ha parecido a mí. Con un trabajo por el día y otro por la noche. Pero no hay nada que más feliz le pueda hacer a alguien (o por lo menos a mí) que trabajar en lo que te gusta. Por eso, yo puedo estar hasta las 3 de la mañana con el ordenador en la cama intentando aportar un granito de arena a la maravillosa labor que lleva a cabo KUBUKA.
Hace dos años y medio que empecé a colaborar como responsable de Merchandising. Conocí la ONG a través de redes sociales y, tiempo después, a través de conocidos en común. Quise meterme en el equipo de Madrid sin pensármelo dos veces, sin haber estado nunca en Kenia ni en Zambia y sin conocer a nadie. Y, a día de hoy, sigo pensando que es una de las mejores decisiones que he tomado. Hace un año tuve la suerte de ir a Zambia y ver los proyectos en primera persona. Otra vez, una de las mejores decisiones que he tomado. Ahora solo me falta ir a Kenia. ¡Cualquier día!
Me acabo de dar cuenta de que se me ha olvidado presentarme. Me llamo Natalia Chanquet y soy mitad española, mitad méxico-estadounidense. Estudié Administración de Empresas Internacional y actualmente estoy esforzándome por tener una carrera en la industria del entretenimiento, más concretamente en la del cine. Tengo 23 años, una familia estupenda, un hermano mayor talentoso, unos buenos amigos y amigas, 2 perros y, sobre todo, muchas, muchísimas ganas de seguir formando parte de la familia KUBUKA, de seguir creciendo y aprendiendo cada día en equipo, remando todos juntos hacia ese objetivo final.
Si has leído hasta aquí, me gustaría darte las gracias y, espero, querido lector o lectora, haber podido generar en ti ganas de unirte al equipo. Si es así, ¡por favor no te lo pienses más! ¡Haces falta!
Natalia Chanquet, voluntaria de KUBUKA
Natalia you’re amazing!