La educación es sin duda uno de los motores del desarrollo de una sociedad, y por lo tanto, una parte fundamental de la misión de Más por Ellos en Kenia. Si de algo estamos seguros es que, la única manera de asegurar que un plan de ayuda para un país que se encuentra socialmente y económicamente deprimido sea un éxito, es aportándoles las herramientas y conocimientos para que sean ellos mismos los que salgan adelante.
Es una realidad que el índice de pobreza de un país está directamente relacionado con el de escolarización. Si un Estado no tiene fondos, no invierte en educación; pero lo paradójico es que nunca dejará de ser pobre mientras no lo haga. Lo mismo ocurre con el tejido empresarial: si no hay dinero no se invierte, no se emprende; y sin empresas no hay flujo de dinero.
Nuestro trabajo consiste en hacer entender todo esto a la población local y prepararles para la acción. En cuanto pones un pie en Kibera, la zona más desfavorecida de Nairobi, te das cuenta de que lo que le hace falta a su gente es un empujoncito.
Un empujoncito a un padre de familia que después de estar en prisión y recuperar su vida, desea empezar de cero y trabajar dignamente pero no encuentra salida. Al joven al que su enfermedad o tratable discapacidad le impide salir del slum para formarse y emplearse. Al niño que tras abandonar la escuela y tener que pedir en la calle para comer, encuentra refugio en el bote de pegamento.
Un empujoncito a la profesora de un colegio de primaria que ve como la dirección de la escuela tiene intereses que van más allá del bienestar de los niños que estudian en zulos sin luz ni ventilación, sin ningún tipo de material didáctico, sin asientos para todos ni agua potable que puedan beber entre clases. A esa profesora, que viendo aquello, trabaja y calla por temor a perder el sustento, le hace falta un empujoncito.
Nos ponemos en contacto con un colegio en España que quiere apadrinar a un colegio de Kibera, hacemos cuentas del dinero que podemos invertir en mejoras, buscamos a esta profesora con ganas de hacer bien las cosas y empezamos con ella el colegio de cero.
Nuevas instalaciones, renovación de plantilla, material didáctico abundante y de calidad, agua, comida y unos mínimos de higiene para los niños, que aumentan en número porque todos los padres de la zona valoran los cambios y creen en Elisabeth.
Tras esta inversión inicial, estamos muy seguros de que el resto irá rodado porque nadie pondrá más empeño que esta profesora, ahora directora del nuevo Grace Humanitas School, a la que sólo le ha hecho falta ese empujoncito.
Myriam Estarrona