Hace días que llegue de Kenia. Lo cierto es que no me he visto con fuerzas para escribir hasta ahora. Lo he intentado varias veces, pero mis palabras eran pocas para describir todo lo que he vivido y sentido. Después de estar un mes en el continente africano, me resulta muy duro volver y enfrentarme a mi mundo. Algunos no lo entenderán, otros pensarán que estoy loca…
Parece que fue ayer cuando cogimos el avión con mis compañeros. Miro hacia atrás. Cierro los ojos y los puños con fuerza. Me vienen miles de recuerdos. Es inevitable sonreír. Es inevitable derramar más de una lágrima.
Kenia es un regalo. Kenia es un pozo lleno de lecciones de vida. Kenia es mucho más que una experiencia de voluntariado. Kenia es aprendizaje. Fuerza. Autenticidad. Lucha. Perseverancia. Alegría. En Kenia el tiempo corre de manera diferente. No existe el reloj. Kenia es felicidad en estado puro. Kenia es mucho más de lo que jamás había imaginado. Me fui a Kenia con la idea de ir ayudar y poner mis manos a la labor de aquellos que más lo necesitaban. Pero me equivocaba. Ha sido mucho más que eso. Amigos, cuanto más te das a los demás, más aprendes y más recibes. Cuanto más te das, más te olvidas de ti mismo, y es cuando ves más allá de ti y de tu yo-mi-me-conmigo. Es aquí donde está el kit de la cuestión. Darse. Darse sin peros. Darse sin recibir nada a cambio. Darse y darse.
Me he quedado prendada de la mirada y la sonrisa de la gente. Detrás de cada uno, hay una familia, una historia, un mundo. Empaparse de todas las personas que nos hemos encontrado por el camino, me ha ayudado a entender cual es la clave de la verdadera felicidad. También he aprendido a diferenciar qué es un problema y qué es una dificultad. Y por supuesto a valorar todo aquello que tengo. La lista de prioridades es tan diferente. No tiene nada que ver con Occidente. Os prometo que jamás he visto a gente más feliz en este mundo. El shock es bestial. De verdad que me encantaría transmitiros todo aquello que he sentido en las calles de Kibera. Miles de preguntas te vienen a la cabeza, mientras ves a tus pies miles de chabolas sin agua, sin electricidad, sin un mínimo de control de sanidad…y en esas casitas viven miles y miles de familias. Son felices. Cuesta entenderlo, pero es así. No tienen nada, pero a la vez tienen lo mejor: la clave de la verdadera felicidad. Y es cuando se te encoge el corazón, y piensas en ti, en tu familia, tus amigas y amigos. Y te encantaría fotografiar ese cuadro, ese momento y trasladarlo inmediatamente a los tuyos. ¿Cómo podemos quejarnos tanto en Occidente sí realmente no nos falta nada?
Os contaré una de las muchas anécdotas que he vivido en primera persona. Una mañana, estaba en Kwatombe Primary School dando mi clase de manualidades. Decidí hacer un ejercicio diferente. Fuera del programa. Quería dejarme sorprender por los más pequeños. ¡Y menuda lección me dieron! Les dije, – Chicos, hoy vamos a pensar en qué queremos ser de mayores. Vamos a dibujarnos en un futuro-. Mi sorpresa fue cuando empece a recoger los dibujos. No me encontré lo que esperaba… Pensaba que la gran mayoría se dibujarían siendo Policías, Pilotos, Camioneros, Abogados, Profesores…Pero no fue así. Me encontré más de 20 que querían ser padres y madres de familia. Otros 20 que querían ser felices. Otros 15 que querían salvar el mundo siendo médicos. Me quede en silencio en mi clase. Observando cada dibujo. Pensando en mis niños. En la autenticidad de cada uno de ellos. En lo mucho que me queda por aprender de los más pequeños.
Día tras día tengo la cabeza en Tala, en Kibera o en Misyani. Pensando en todos aquellos niños con los que he compartido tanto. Los niños que por las calles de Kibera te recibían con los brazos abiertos a ritmo del -How are you mzungu?. Echo de menos los días en Kwatombe Primary School. Los niños, las clases… Mis niños y niñas de Sant Francis, niños con una fuerza y alegría que mueven corazones.
El tiempo corre tan lento ahora que estoy de vuelta. Me resulta difícil volver a encajar en mi mundo. En mi vida. Jamás pensé que costaría tanto volver a casa… Este mes ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. No exagero. Cada persona con la que me he encontrado a lo largo del camino, me ha aportado algo diferente. Todos ellos, me han dado la mayor lección de vida. Jamas olvidaré esas miradas y esas sonrisas. Jamás olvidaré el choque de emociones que he vivido en las calles de Kibera. Jamás olvidaré corretear rodeada de niños y niñas a todas horas. Los besos y abrazos de pequeños y mayores. Jamás olvidaré sus historias. Su fuerza. Su bondad y amabilidad.
Todavía no me he hecho a la idea de que ya no estoy allí. Echo mucho de menos a la familia de Más Por Ellos. Pero pole pole rafikis, nos vemos pronto.
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Mariona