Voluntariado en Kenia 2017

Voluntariado en Kenia 2017

Voluntariado, ese término que aúna diferentes perspectivas, sentimientos y experiencias  en función de los ojos que visualizan una misma realidad a la que haces frente cuando decides formar parte de un proyecto solidario. Con esa idea en mente, el 3 de Julio llegamos a Nairobi y tras posar pies en tierra, éramos conscientes de que el periodo de adaptación acababa de comenzar.

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Recoges tus maletas y con la máxima ilusión solo quieres vivir intensamente todos y cada uno de los momentos que están por llegar. Escuchas por primera vez la palabra “matatu”, negocias el precio y en pocos minutos ya estas rumbo a Kibera. La primera toma de contacto con el “slum” es inolvidable a la par que  impactante. Conforme vas visitando los diferentes proyectos de los cuales vas a formar parte durante la estancia, te das cuenta del sentimiento de comunidad que sus habitantes poseen y extrañamente comienzas a sentirte como uno más de la familia por los continuos saludos acompañados de sonrisas.

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Cruzas el río saltando de saco en saco evitando caer al agua y a lo lejos ya puedes ver como los niños de Grace Humanitas salen gritando impacientes y excitados por la llegada del grupo. Altavoces y doblajes en Swahili se unen en la calle principal donde Patrick se encarga de dar vida al barrio con sus películas y partidos de fútbol, hablamos de Kibera Cinemax and Social Club. A pocos metros Wambugu selecciona y tritura plástico impulsando Kleanbera, mientras que en el estudio de producción Made in Kibera, artistas locales dan rienda suelta a sus imaginación tratando de hacerse un hueco en la escena musical keniana.

Durante las dos primeras semanas ocupamos las mañanas compartiendo tiempo e ideas con los trabajadores locales reservando las tardes para el campamento  con los niños de Humanitas o desplazándonos a Mathare, el “slum” más antiguo de Nairobi cuyo interior guarda el orfanato de Good Samaritan. Talleres de reciclaje con botellas de plástico que se convierten en juguetes, pulseras o estanterías. Cajas de cartón, globos y pinturas para desbordar felicidad entre los más pequeños. Desde el primer momento, lo que más llama la atención es la capacidad de divertirse de estos niños junto con la ilusión que desprenden acompañados de risas y carcajadas como muestra de agradecimiento. Poco tiempo es suficiente para percibir las necesidades y retos diarios a los que se enfrentan aquí las personas, situaciones difíciles que encaran con gran positivismo dejando a quien las conoce un profundo sentimiento de admiración.

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Tras las actividades es tiempo de reunión, compartir las vivencias personales y hacer balance para extraer conclusiones de lo que ha sido la jornada y de cómo nos hemos sentido con el trabajo realizado. Esos momentos especiales crean un vínculo entre los integrantes del grupo que se traducen en una convivencia amena y divertida. Hay tiempo no solo para la planificación de días venideros sino también para el ocio donde una buena película siempre en bienvenida.

La tercera semana nos lleva a Tala y con ello el contraste entre la gran ciudad y la vida rural. Lisha Children’s Home tiene todo lo necesario para sentirte como en tu propia casa y quien genera este ambiente es precisamente su gente. El equipo local te acoge con los brazos abiertos y los niños que viven en la casa de acogida aún más.

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Por las mañanas tenemos tiempo para conocer el día a día de la escuela politécnica de Kyawaa donde se imparte formación en carpintería y costura y aportar nuestro granito de arena para ampliar la formación complementaria de alumnos y profesores. El segundo destino es el colegio de St. Francis donde niños con discapacidad te muestran que la actitud lo es todo y que el conformismo no es un concepto dentro de su vocabulario.

En Tala lo que considerabas básico se convierte en un privilegio. La luz no siempre proviene de una bombilla encendida, no tienes ese amigo virtual llamado “Google” para solucionar tus dudas y el agua se va sin aviso previo o llamada a su retorno, esta realidad te hace darte cuenta en poco tiempo de lo alteradas que están nuestras prioridades.

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Han sido treinta días irrepetibles para la vida de cada uno de nosotros. Entre tristeza y satisfacción vienen las despedidas, pero al final del todo cuando ya crees que la etapa ha terminado, te das cuenta que el viaje no ha hecho más que empezar.

 

 

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